lunes, 20 de junio de 2011

Estudiantes y maestros: Relaciones contradictorias y constructivas

Salvador Medina Armienta (salvador@elhablador.com.mx)
Artículo publicado originalmente en Campus Milenio (mayo 12, 2011)

Del siguiente reportaje se desprende una conclusión parcial pero reveladora: al mismo tiempo que los alumnos están satisfechos con las enseñanzas y recomendaciones, las lecturas y las orientaciones que les proporcionan sus profesores, destacan sus limitaciones

No se puede decir que vivan en conflicto. Las relaciones que establecen la mayoría de los estudiantes con sus profesores en las instituciones de educación superior, por lo general, están acotadas por el tiempo y las condiciones personales y profesionales de cada quien.

Por ello, mucho de lo que piensan los estudiantes de sus mentores puede caber en las sencillas respuestas de un grupo variopinto de ellos. Responden de manera franca a lo que viven y enfrentan en las aulas, y en su vinculación temporal y apresurada con sus mentores.

Es una realidad que no todos pueden dar razón con profundidad respecto de sus maestros: no conocen sus nombres. Al menos no los recuerdan pasado un ciclo escolar. Hay excepciones, claro.

Una conclusión parcial pero reveladora: al mismo tiempo que están satisfechos con las enseñanzas y recomendaciones, las lecturas y las orientaciones que les proporcionan, destacan sus limitaciones.

O sea, sus vínculos están mediados por contradicciones, por el reconocimiento a su trabajo y por la crítica a sus insuficiencias. Aunque muchos de ellos reconocen su labor, señalan que se ven mermados por la falta de recursos en las universidades públicas, así como los escasos espacios y material con el que cuentan. Pero eso no es pretexto.

Satisfechos… a medias

La mayor parte de los estudiantes entrevistados por Campus Milenio señalaron que están satisfechos con la labor realizada con sus profesores. Sin embargo, la palabra “pero” acompañaba comúnmente a sus respuestas.

Para alumnos como Andrea Castillo de Contaduría en la UNAM y Ana León de Turismo en el IPN, reciben una gran educación de sus profesores. Pero según Paula Zepeda, estudiante de Biología en la UNAM, y Miguel Quiroz, estudiante de Ingeniería Eléctrica en la UAM, la situación no es la misma. Mientras que para éste último algunos de sus profesores no cumplen su labor, Paula va un poco más allá.

Ella comenta que no está satisfecha porque hay algunos profesores que se emocionan, a veces, con el contenido de la materia y con las prácticas de campo. “En vez de darte bases teóricas, se involucran más con las prácticas y eso crea lagunas. No siguen el temario estrictamente”, señala.

En general, la visión tiende a ser de exigencia. Existe una percepción alrededor del profesor como algo absolutamente necesario, pero que puede volverse un obstáculo entre el alumno y el conocimiento. Lo ideal es que exista una relación más directa entre ellos pues al final hay un fin común que debe persistir sobre todas las cosas.

Relaciones alumno-maestro

Es una realidad que las relaciones entre los alumnos y los profesores tienden a ser hasta cierto punto banales. El profesor se convierte en ocasiones en un ente superior que se presenta a dar una “lección” y con el que la interacción es prácticamente nula. Y el alumno está ahí para aprender, por lo que debe escuchar y mantenerse en silencio. No siempre pasa, pero es frecuente.

Paola Jiménez, estudiante de Ingeniería en Comunicaciones y Electrónica del IPN, señala que la relación alumno-maestro no es del todo satisfactoria. “Hay profesores que te ayudan en todo lo que pueden y otros a los que no les interesa mucho”.

Es decir, existe la idea de que muchos profesores, se interesan exclusivamente en el contenido de sus clases y lo demás es responsabilidad del alumno. De ahí que surjan fricciones innecesarias entre ambos.

Para Ángeles Zetina, estudiante de la UPN, los alumnos perciben cuando un profesor tiene un contexto docente o cuando sólo está ahí para cubrir una plaza. “Algunos no están suficientemente preparados y uno tiene que buscar la forma de aprender. Hay ciertos profesores muy buenos y bien capacitados pero hay algunos que parece nada más están para cubrir plazas”.

Incluso señalan otros aspectos y afirman que, aunque sus profesores son personas capaces y destacadas en su campo, no están quizás del todo sumergidos en las técnicas de enseñanza. Para Miguel Quiroz, “hay algunos que no están tan preparados como deberían. O si lo están, no tienen las capacidades para enseñar”.

En cuanto al desempeño general de los docentes, hay una sensación de satisfacción con la educación y conocimiento recibidos. Aunque siempre hay espacios para mejoras.

Para Gabriel Ferman, de la UPN, existen varios factores que no llevan a una educación ideal como se esperaría tenerla, “Como factores de interés, de calidad, de profesionalización, de la práctica docente”.

Existe entonces la sensación de que los profesores tienden a estar alejados de la docencia. Tienen los conocimientos pero no están capacitados para transmitirlos a sus alumnos. Eso provoca obviamente un desapego entre alumno y maestro.

Las condiciones de trabajo, 
un obstáculo

Una gran parte de los alumnos entrevistados señalan que sus maestros reciben todo el apoyo para estar en constante capacitación y así mejorar el contenido de sus clases.

Y es que hay universidades que dedican gran parte de su esfuerzo a mantenerse al tanto de todos los avances y descubrimientos que ocurren en su campo y que permitirán al alumno tener una educación más vigente.

A pesar de ello, reconocen que la interacción con sus profesores es prácticamente nula. Sólo pueden hablar de las condiciones de trabajo en las que operan cuando se relacionan con alguna clase o curso que han tomado. Sin embargo, algunos señalan que muchos de ellos hacen un esfuerzo extra a pesar de ello.

Existen excepciones, claro. Depende del equipo, material o infraestructura necesaria para llevar a cabo una clase, un maestro puede o no comunicarse correctamente con sus alumnos.

Paula Zepeda propone que deben hacerse más esfuerzos por parte de las instituciones para dar seguimiento a la asistencia de los profesores y la forma en que imparten sus clases.

“La UNAM debería dar más seguimiento a lo que hacen en el salón de clases y que revisaran la asistencia porque a veces llegan a faltar y también que haya más apoyo en cuanto a material. En mi facultad hacen falta reactivos y materiales en los laboratorios que necesitamos”, explica.

Esta última petición de mejorar instalaciones, disposición de material didáctico y equipo de trabajo, es una constante en todos los alumnos. Muchos de sus profesores deben aplicar su imaginación y talento para evadir estos evidentes obstáculos que provocan lagunas en el estudiantado.

Para Andrea Castillo, estudiante de Contaduría en la UNAM, el apoyo de la universidad no es total hacia los maestros pues “debería haber un poco más de presupuesto y de capacitación”.

Lo mismo piensa Paula Zepeda: los profesores no tienen las condiciones adecuadas para trabajar porque a veces el material ya es viejo o no hay personal para abrir los laboratorios.

“Si no están ahí no podemos ingresar a hacer ciertas prácticas. Realmente el maestro no tiene la libertad para hacer lo que quiera, depende mucho de las cosas administrativas”, comenta.

Los estudiantes entrevistados demuestran ambición intelectual y profesional. La mayoría reconoce estar satisfecho con la educación que reciben, pero aceptan que todavía hay espacios para mejorar. Para Gabriel Ferman, no existe preocupación por la práctica docente y la profesionalización.

Y es que aunque muchas universidades apoyan a los profesores con becas y cursos constantemente, no existe seguimiento de lo que eso representa ya en el salón de clases. Es decir, no se percibe si hay o no repercusión directa en la educación del alumno.

Además, hay un cuestionamiento generalizado sobre la verdadera razón por la que los profesores imparten clases: por real interés o por necesidad. Eso afecta evidentemente la percepción de los alumnos.

Aunque Diana Zavala, estudiante de Comunicaciones y Electrónica en el IPN, señala que sus maestros “tienen el nivel adecuado para enseñar y sus técnicas son muy buenas”, Itzel Dueñas, de la misma carrera e institución, comenta que aunque tiene una gran relación con algunos, hay “otros de los que no he recibido el apoyo suficiente o a lo mejor no están haciendo completo su trabajo.

Sin embargo, ella misma señala que a pesar de que no siempre los maestros cuentan con las condiciones adecuadas para trabajar, se debe aprender algo.

Y es que en este punto coincidieron todos: puede ser que los maestros estén o no preparados, pero sin las condiciones adecuadas, su labor se vuelve complicada en ambos lados.

Más profesionalización, la conclusión

La relación maestro-alumno siempre será de contrastes. Sin embargo, consideran que es necesario reconciliar la teoría pedagógica con la práctica del docente, para que sea reconocida como un recurso tan valioso como el conocimiento mismo para los estudiantes.

Es decir, de nada sirve que un maestro esté preparado a profundidad en su área si no sabe transmitir lo aprendido a sus estudiantes. Y si estos últimos no tienen interés en aprender de sus superiores, la comunicación se rompe.

Además, las instituciones deben poner particular atención en lo que se enseña y lo que hacen los maestros para mejorar sus clases. Si bien estos consideran que un gran problema para las universidades es el envejecimiento de la planta docente, para los alumnos éste no es obstáculo siempre y cuando se haga lo posible porque el conocimiento llegue a sus manos de manera adecuada.

El maestro es el eslabón entre el aprendizaje y los alumnos. Sólo la profesionalización de la práctica docente cerrará los rezagos de nuestro sistema educativo. Las herramientas están ahí. Sólo hace falta usarlas en favor de los estudiantes. Al menos, eso concluyen ellos.